No es extraño que las cartas de amor más románticas de las que tengamos noticia se encuentren en el mundo de la literatura. Decía un poeta mexicano que en la literatura solo existen dos temas: el amor y la muerte. Y la verdad no habría cómo decirle que no: el amor es un tema con una historia vastísima. Tan solo hay que tener en cuenta la trascendencia de todas esas parejas románticas ya eternizadas por las letras: Tristán e Isolda, Lancelot y Ginebra, Eneas y Dido, Dante y Beatriz, Romeo y Julieta, Dafnis y Cloe, Ulises y Penélope, Calisto y Melibea… ¿de cuál me estoy olvidando?
«El amor, esa palabra…»: a veces feliz, a veces ideal o carnal, cuando no trágico o catastrófico, pero siempre incitando a la escritura. Decía Cortázar que de los buenos sentimientos nace la mala literatura. Pessoa afirmaba que las cartas de amor deben ser siempre cursis. Habría que preguntarse cuánta buena o cuánta mala literatura hay en una carta de amor romántica o cursi, o si las cartas de amor más románticas se escribieron para ser buena literatura.
Lo cierto es que de la mano de un escritor es difícil que una carta de amor no aspire a la alta poesía. Y en esta muestra repasamos algunos de los intercambios epistolarios más románticos e intensos que dejara el amor registrados.

Cartas a Chepita
Debe ser una de las relaciones epistolares más largas de las que conozcamos. El poeta Jaime Sabines escribió cartas de amor a su esposa Josefa Rodríguez durante siete años de noviazgo y 47 años de matrimonio. Las cartas sin embargo no se publicaron hasta una década después de la muerte de Sabines, debido a la negativa de Chepita a darlas a conocer mientras vivía su esposo: «Yo estaba con el hombre, no con el poeta», decía ella, haciendo hincapié en una de las condiciones particulares del género epistolar: están destinadas, en principio, a un único lector. Afortunadamente las cartas vieron la luz, pues están repletas de joyas y monumentos verbales al amor:
Es una alegría ésta de aprisionarte con mis párpados al dormir
Hace un momento te dejé: ya me haces falta, hace un momento apenas te dije adiós, y ya ha recorrido mi corazón la eternidad.
…te necesito, te amo hasta quién sabe dónde, más, mucho más allá del amor y de la vida, te amo hasta la muerte; de tal modo que en vez de decir “te quiero” necesito decir: te muero, me muero en ti, me muero.
Cartas a Clementina Otero
Esas intensísimas y encantadoras cartas de amor que le escribiera el poeta Gilberto Owen a la famosa actriz de teatro Clementina Otero. Se publicaron ya mucho después de la muerte de Owen, cuando Otero decidió sacarlas de sus cosas y darlas a la imprenta, aunque, a diferencia de la relación anterior, es bien sabido que el amor que la actriz nunca le correspondió a Owen: «Amaba su poesía, amaba al poeta, mas no al hombre y, sin embargo, más tarde, empecé a necesitar sus cartas, las esperaba con ansiedad, acaso con cierta ilusión».
Las cartas son a mi parecer la trayectoria de un enamoramiento. A veces Owen se muestra apasionado y seguro de sus sentimientos:
La miro perderse, nacida de mi mano, por un paisaje urbano que mis ojos sacuden para limpiarlo de nubes y de polvo.
Y llega a ser hiperbólico:
Me muero de sin usted.
Porque sabe que no es correspondido:
…si nos casamos le seguiré hablando de usted hasta que me ame.
Una distancia que le duele:
es horrible no verla sino en mi memoria despierta
Ahora estoy muy amargado entre mis cosas, que no la conocen sino de verla en mis ojos, azul en el derecho y negro en el otro.
Por lo que intenta en vano negarse a amar:
También de usted estuve enamorado de una manera artificial, fácil, falsa y epidérmica.
Aunque no pueda evitar sentirse herido por saberse él el rechazado:
La odio y no me importa que a usted no le importe. Mi odio es gratuito y absoluto. Y no me importa que me crea usted loco, y que esto sea ridículo y que haga esfuerzo por reírse leyendo.
En algo que demuestra que a veces el odio y el amor son cosas bastante cercanas.
Cartas a Louise Colet
Otra famosa relación sentimental fue la que sostuvieran el enorme Gustave Flaubert con Louise Colet. Ella era una poeta de mediano impacto, pero la relación que mantuvieron fue intensa. Según las leyendas, Flaubert se inspiró en Colet para crear a Madame Bovary, mientras que al parecer ella escribió también una novela como venganza después de una violenta ruptura luego de ocho años como amantes. La mayoría de las cartas que escribió Colet a él fueron destruídas, aunque las que sobran no poseen la misma calidad expresiva que estas líneas:
Te cubriré de amor la próxima vez que nos veamos, con caricias, con éxtasis. Quiero morderte con todas las alegrías de la carne, hasta que desfallezcas y mueras. Quiero dejarte atónita, que te confieses que nunca habías soñado de semejantes trances… Cuando seas vieja, quiero que te acuerdes de esas pocas horas, quiero que tus huesos secos se estremezcan con alegría cuando pienses en ello
También es curioso que Flaubert no desaprovechara ni siquiera el espacio de una carta de amor para hacer reflexiones de todo tipo, incluso si se tratara de «disminuir» el amor:
El amor no es lo primero en la vida, sino lo segundo. Es un lecho en el que acuesta uno su corazón para relajarlo. Y uno no puede pasarse todo el día echado.
Cartas a Beauvoir
La relación entre el filósofo Jean Paul Sartre y la también filósofa Simone de Beauvoir debió ser compleja, por decirlo menos. Completamente fuera de los dogmas, de las exigencias sociales, y en la que la regla principal tuvo que ser el respeto a la libertad del otro. Se cartearon por algo poco más de 50 años, dejando manifiesta esta increíble interacción que solo puede darse entre mentes excepcionales:
Intenta entenderme: te quiero mientras presto atención a las cosas que pasan. En Toulouse simplemente te quise. Este noche te quiero en una tarde de primavera. Te quiero con la ventana abierta. Eres mía y las cosas son mías y mi amor altera las cosas a mi alrededor y las cosas a mi alrededor alteran mi amor.
Quise traerte mis alegrías de conquistador y postrarlas a tus pies, como hacían en la Era del Rey Sol. Y luego, agotado por el griterío, siempre me iba simplemente a la cama. Hoy lo hago para sentir el placer que tú aún no conoces, de virar abruptamente de amistad a amor, de fuerza hacia ternura. Esta noche te amo en una manera que aún no conoces en mí: no me encuentro ni agotado por los viajes ni envuelto por el deseo de tu presencia. Estoy dominando mi amor por ti y llevándolo hacia mi interior como elemento constitutivo de mí mismo.
Tú sabes que ponerse a querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera… Hasta hay un momento, al principio mismo, en que es preciso saltar un precipicio; si uno reflexiona, no lo hace.
Mención: no sería raro esperar una de las cartas más románticas que se conocen del puño de uno de los escritores más sentimentales que se recuerden, Óscar Wilde:
Mi niño
Tu soneto es encantador, y es una maravilla que esos labios tuyos, rojos como pétalos de rosa, estén hechos tanto para la locura de la música y las canciones como para la locura de besar. Tu delgada alma dorada camina en el medio de la pasión y la poesía. Sé que Jacinto, a quien Apolo amaba con tanta locura, era tú en los tiempos de Grecia. ¿Por qué estás solo en Londres, y cuándo vas a Salisbury? Ve allá a enfriar tus manos en el Crepúsculo gris de las cosas góticas, y ven aquí cuando quieras. Es un lugar encantador en el que solo faltas tú; pero ve a Salisbury primero.
Siempre, con imperecedero amor, tuyo.
Fuentes:
http://leedor.com/2019/06/21/simone-de-beauvoir-y-jean-paul-sartre-a-traves-de-alguna-de-sus-cartas/
https://www.milenio.com/cultura/laberinto/chepita-rodriguez-jaime-sabines-cartas-amor-eterno
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