
El haikú es una de las formas literarias orientales más consentidas por Occidente. Se trata de un poema breve compuesto por tres versos. En la tradición japonesa, se debe cumplir con un conteo de sílabas, además de guardar algunas características estrictas, tales como la conjunción de dos imágenes unidas por un “pivote” (una palabra que establezca o simplemente sugiera la relación existente entre dichas imágenes poéticas), así como la inclusión de algún término que haga referencia a una estación en especial, sin mencionar que debe estar escrito en un lenguaje que omita las metáforas y las rimas.
En Occidente, al menos en lengua española, se ha adoptado las medidas del haikú tradicional japonés a una medida de sílabas que sería: 5, 7, 5, sin rimas. Pero también ha habido una adopción mucho más libre, respetando tan solo el hecho de que el poema cumpla con la regla de los tres versos. Al respecto, Jack Kerouac decía que el haikú norteamericano no debía restringirse a las 17 sílabas, pues se trata de lenguas distintas y el inglés es una lengua “que se expande hasta estallar”, lo cual podría ser válido para diversas lenguas occidentales.
Sea tradicional, sea libre, en Occidente se han creado haikús que nada envidian a los poemas de los maestros japoneses de antaño. Como muestra, recogí nueve ejemplos de poemas escritos en distintas lenguas occidentales, algunos de los cuales conservan el conteo de 17 sílabas, y otros cuya estructura es completamente libre.
Jack Kerouac (E. U.)
En este haikú se siente una extraña amistad entre las imágenes de Oriente y las imágenes poéticas de Occidente:
Y el gato inmóvil sentado junto al poste se percata de la luna.
Mario Benedetti (Uruguay)
Un poema hermoso que respeta la regla de las 17 sílabas, y de una capacidad de síntesis increíble:
Se despidieron y en el adiós ya estaba la bienvenida.
Octavio Paz (México)
No solo respeta las 17 sílabas, sino que mantiene una estructura en general que recuerda bastante al haikú más tradicional:
Lluvia de mayo: es hoja de papel el mundo entero.
“Los sapos”, José Juan Tablada (México)
El introductor del haikú en México. Tablada se tomaba muchas libertades con respecto al género, pero cuando cumplía con el conteo de sílabas, hacía cosas perfectas:
Trozos de barro, por la senda en penumbras, saltan los sapos.
Jorge Luis Borges (Argentina)
También con una forma más tradicional, este poema parece una concentradísima meditación zen:
Algo me han dicho la tarde y la montaña. Ya lo he perdido.
Giorgios Seferis (Grecia)
Este debe ser uno de los haikús más impresionantes escritos en una lengua de occidente. A mí parecer, cumple con la conjunción de imágenes, de manera original:
Vierte en el lago sólo una gota de vino y el sol se extinguirá.
Tomas Transtörmer (Suecia)
Un haikú que, por la espléndida traducción de Roberto Mascaró, creo que mantuvo todas las órdenes del haikú tradicional. Y es asombroso:
Zumba la lluvia. Yo susurro un secreto para entrar allí.
Elías Nandino (México)
Un haikú que se desprende más de la tradición de José Juan Tablada. Por lo demás, un poema encantador:
La caña de azúcar, con sólo mirarla, ya nos endulza.
“La playa”, Sheamus Heaney (Irlanda)
Finalmente, el que es, posiblemente, mi haikú favorito escrito en una lengua de Occidente. La versión es de Aurelio Asian:
La línea de puntos que trazó el bastón de mi padre en Sandymount es algo más, que no se lleva el mar.
Referencias:
https://www.humanidades.uach.cl/documentos_linguisticos/document.php?id=1307
¡Gracias por compartir estos haikús con nosotros!
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No, muchas gracias a ti por pasarte a leer.
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