“A caballo entre el cuento y la novela”, según palabras de Cortázar, la novela corta, o nouvelle, es un espacio creativo que, bien aprovechado, reúne las ventajas, los atractivos y los encantos tanto del cuento como de la novela, lo que convierte al género en un híbrido victorioso.
En lo particular, tengo una debilidad con la novela corta. El hecho de que pueda ser iniciada y terminada en el transcurso de una tarde es ya motivo de entusiasmo. Alcanza mayor profundidad expositiva que un cuento, pero sin caer en los excesos comunes de esos monstruos longitudinales que son las novelas tradicionales.
Estas novelas cortas en realidad pueden terminarse en una tarde, de una sentada, como se diría. A ninguna de ellas les faltaron páginas, y a todas les sobra calidad.
Aura, Carlos Fuentes
Novela corta, pero cargada de contenidos. Se trata de una de las obras más inquietantes, enigmáticas, crípticas y silenciosas de la literatura mexicana (la otra podría ser Pedro Páramo). En ella, los símbolos eróticos y católicos complejizan y problematizan las posibles lecturas. Además, el recurso narrativo de la segunda persona del singular es muy poco frecuente en la literatura, y aquí, Fuentes demuestra tener de él un dominio particular, lo que convierte a Aura en una novela casi única en su tipo.
Las batallas en el desierto, José Emilio Pacheco
Se trata de la radiografía de la Ciudad de México y de un estrato social específico de dicha sociedad, a través de la infancia y la juventud de sus ciudadanos. La novela es ágil, entretenida, provocadora, sincera, a veces ruda, pero siempre bastante digerible, aderezada con elementos de la cultura popular. El inicio a mí me parece increíble en ese aspecto. La obra se lee rapidísimo: no deja espacio para la distracción. Es un texto contundente.
La hora de la estrella, Clarice Lispector
Es raro encontrar entre la bibliografía de la autora un texto que sea predominantemente narrativo. En lo particular, lo considero una lástima, pues La hora de la estrella es una novela corta magistralmente narrada. La narración no solo es entretenida sino profundamente conmovedora. Macabea es uno de los personajes femeninos más trágicos y emblemáticos de la literatura. A través de ella, Lispector funde y confunde la desgracia con la felicidad, la fatalidad y la resignación. Su obra es redonda. Además, contiene los diálogos más divertidos que haya leído jamás.
Desayuno en Tiffany’s, Truman Capote
Ese estilo tan particular del autor se deja ver de manera directa y contundente en esta novela corta. Los dos personajes principales poseen una arquitectura atractiva, por así decirlo: el aspirante a escritor que se ve seducido por la personalidad arrolladora de “Holly” Golighy. Es de esas novelas que avanzas y terminas sin que te des cuenta: se leen por sí solas. La genialidad narrativa de Capote ayuda mucho en ello. Se me quedó para siempre lo que “Holly” llamaba “las horas negras”: esos momentos en que no está pasando nada, pero en que uno tiene la extraña e inexplicable inquietud de que algo terrible está sucediendo o estará por suceder.

La metamorfosis, Franz Kakfa
Qué más se puede decir de este clásico. Es de esas obras que se sufren por su brevedad. Ese tono de pesadilla, de extrañeza, incluso de miedo, donde hay muchas preguntas y casi ninguna respuesta, típico de la prosa kafkiana, cristaliza en esta novela corta. Parece que La metamorfosis termina de un hachazo dirigido a la sensibilidad del lector. Se trata de una lectura terrible, dolorosa, solo superada, quizá, por la otra gran obra del autor: El proceso.
Lilus Kikus, Elena Poniatowska
Si tuviera que definir esta novela con una sola palabra, ésa sería “simpática”. Y es que el efecto principal de una lectura como ésta tendrá que ver siempre con la simpatía, el afecto, la ternura, el cariño. Es una novela que sonríe todo el tiempo, y está traspasada de luz y una mariposa. El capítulo cinco, “Nada que hacer…”, es una oda a la holgazanería y la ociosidad, pero a la ociosidad de un niño, que es siempre creativa, emocionante, genial… Por si fuera poco, viene acompañada de dibujos de Leonora Carrington.
Novela como nube, Gilberto Owen
También una novela corta única en su tipo. Te aseguro que no volverás a leer nada igual. El argumento del libro es sencillo, pero lo que la dota de particularidad es su estilo, inmensamente poético, plagado de imágenes impresionantes, poéticas, simbólicas, plásticas, pictóricas, cinematográficas. Es una novela confeccionada por metáforas, sueños, recuerdos, quizá delirios. Se la ha catalogado de novela híbrido: está hecha de poesía y de narrativa: novela lírica. Es una novela corta que exige ser absorbida con la visión, la imaginación y la sensibilidad de quien lee poesía, lo que la hace irrepetible.
La casa de las bellas durmientes, Yasunari Kawabata
El maestro japonés nos regala una prosa tan solemnemente suave, delicada, silenciosa también, lenta, tranquila y templada. Apela a mucha sensibilidad por parte de su lector, a la calma y ceremoniosidad del lector, como cuando se debe cuidar el sueño de alguien que duerme cerca de ti, al lado. Una novela como ésta no pudo ser escrita en ningún lugar de Occidente. Y es que posee un ritmo narrativo que atrae pero que a la vez tiene algo de indescifrable, lejano, casi místico.
El alienista, Machado de Assis
De la mano del maestro brasileño del humor ácido y satírico, esta novela corta es una delicia, sumamente entretenida, ridícula, durísima hacia aquello en lo que hunde sus garras críticas: el poder, la objetividad, el pragmatismo, el positivismo científico e ideológico. Es sumamente divertida. Un agasajo. No se necesita decir más.
Julia, Ignacio Manuel Altamirano
Tal vez la más desconocida de las aquí enlistadas, pero no por ello de una calidad literaria menor. Es corta, pero intensa, emocional, romántica en ocasiones. Amor, celos, rechazo, persecuciones pasionales, olvido, son los temas que entreteje esta novela corta, con un estilo ameno y dulce. Recuerdo una frase en especial, que puede ser de uso en la vida práctica: “La amistad es la limosna del amor”.
Mención: es la más larga que las anteriores, pero la novela de Roberto Bolaño, Estrella distante, no es menos adictiva que los monstruos 2666 o Los detectives salvajes. Con ese estilo tan pegadizo que tiene Bolaño, en Estrella distante se cuenta la historia del asesinato de unas gemelas por parte de un poeta carismático y misterioso, es decir, el tipo de historias que Bolaño convierte en algo de una belleza malvada.
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